lunes, 6 de abril de 2009

La justicia existió en La Plata y la octava humillación llegó de la mano con un final dramático

Cuando se piensa que nada más humillante puede pasar, cuando el guión de la comedia parece terminado, siempre hay algo más en Estudiantes vs. Gimnasia. Y el clásico 145 no fue la excepción. Después de ganarles por siete goles, con uno menos, con nueve hombres, por uno, por dos o como sea, lo de ayer fue “la octava humillación”, ya que hace 8 clásicos que Estudiantes no sale derrotado del clásico.
Luego de un partido medianamente parejo con chances para los dos, los de Madelón se pusieron arriba a los 26’ del complemento por gol de Cuevas, y a partir de ahí comenzaron a cavar su propia fosa.
Más allá de una soberbia visible en las caras de sus jugadores, como no enterados de que vienen de papelón en papelón, intentaron cuidar la pelota y se les complicaba. Por lo que decidieron hacer tiempo de la manera más alebosa para intentar guardar el 1-0.
Fue vergonzoso ver cómo escondían las pelotas –Angeleri tuvo que ir a buscarlas casi hasta el vestuario para hacer un lateral- y de la forma que demoraban “símbolos” como Sessa… y la justicia tenía que llegar.
De los 44’ hasta los 47’ el partido estuvo parado y se fueron expulsados Benítez y Villar. Ahí Bassi dio 4 minutos más, donde poco se pudo jugar, porque Sessa estuvo más de 60 segundos en el suelo y cuando la pelota se iba de la cancha no había forma reencontrar una.
Angeleri buscó pelotas detrás del banco y Bassi agregó dos más. De ese lateral en campo propio partió un bochazo al área, mal despejado por los locales y la pelota le queda picando a Sánchez Prette, que con un zurdazo implacable quiebra la resistencia de Sessa y de un defensor que terminó dentro del arco.
Era el relato de otra humillación, de otro papelón de los condenados por la historia, de esos que no aprenden a respetar, de los mismos que estaban festejando por anticipado sin tener en cuenta que son eternamente inferiores.
Ahora la cosa quedó como debía. De un lado rojo y blanco vestido de algarabía, de éxtasis, de locura y de risa, risa que provoca ver cómo “ellos” no pegan una y siempre el destino les depara una condena más, como si la justicia existiera. Van 8 clásicos con matices diferentes pero con los mismos roles: el Pincha triunfador y Gimnasia sin consuelo.
Los rostros se transformaban en postales, reflejaban la realidad. Los que perseveraron y fueron obtuvieron su recompensa… hablaron en la cancha. Y los que hicieron trampa, como si fuera otra condena, perdieron la alegría momentánea de ganar un clásico, quizás la última oportunidad, porque los números están en rojo (y blanco)

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